¡Parce!
¡Parce! ¡Pilísimas, onceavo del Tibabita! Llegó la hora de la verdad, ese momento donde la pregunta "¿y ahora qué rayos?" empieza a sonar más fuerte que su playlist de Bad Bunny. La elección de carrera, esa vaina que les quita el sueño y tiene a sus papás más intensos que un partido de Colombia en penaltis. Pero tranquilos, que aquí no vamos a ponernos con rollos aburridos ni fórmulas mágicas. Vamos a hablar clarito, como es.
Según la profesora Marcuschamer, esto de elegir vocación es como armar un rompecabezas de ustedes mismos. Toca cacharrearle a sus intereses, a esas cosas que les prenden el bombillo, ya sean los videojuegos, el arte, la física cuántica o hasta chismosear con los amigos (¡ojo, que de eso también salen profesiones!). También hay que mirar las habilidades, esas destrezas que tienen más afinadas, lo que se les da fácil, sin tanto esfuerzo. Y ojo, ¡los valores! Esa brújula interna que les dice qué es importante para ustedes en la vida. ¿Quieren ayudar a la gente, ganar mucha plata, ser creativos, cambiar el mundo? Todo eso cuenta, parce.
Pero ojo, que esto no es solo llenar un test vocacional y esperar el veredicto divino. El man Bohoslavsky nos pone la película más profunda. Aquí también juega el subconsciente, las fantasías que tienen, los miedos que los atormentan. A veces uno cree que quiere ser ingeniero porque el papá lo dice, pero por dentro le aterra la idea de estar encerrado en una oficina. Toca ser honestos con ustedes mismos, preguntarse qué les da realmente satisfacción, qué los mueve por dentro, más allá de lo que digan los demás.
La presión de los papás, de los amigos, de la sociedad, ¡es una nota! Marcuschamer lo dice clarito: muchos terminan eligiendo por inercia, por seguir al combo o por la carrera que "da plata". ¡Error garrafal! Esta es SU vida, SU futuro. Como dice el dicho, "el que escoge no coge", y si eligen a la ligera, después no se quejen si terminan más aburridos que un domingo sin internet.
Aquí es donde entra la responsabilidad, pelaos. Elegir con libre albedrío no significa hacer lo que se les dé la gana sin pensar en las consecuencias. Significa tomarse el tiempo para reflexionar, para explorarse a fondo, para investigar las opciones que les llamen la atención. Marcuschamer les da un montón de actividades en su libro para cacharrear con eso. ¡Aprovechen!
Investiguen, pregunten a profesionales, métanse a foros, vean videos, hagan pasantías si tienen la oportunidad. No se queden con la primera impresión ni con los estereotipos. Bohoslavsky nos advierte que hay que entender "cuánto tengo que perder" al elegir una carrera. ¿Qué están sacrificando? ¿Qué puertas se cierran? Pero también, ¿qué ganan? ¿Qué nuevas oportunidades se abren?
La adolescencia es una etapa de cambios, de confusión, ¡y eso es normal, tranquilos! Pero esa confusión no puede ser una excusa para no tomar una decisión consciente. Este es el momento de empezar a construir su futuro, de asumir las riendas de su vida. Y ojo, que la elección de hoy no es para siempre. La vida da muchas vueltas, y uno puede cambiar de rumbo si se da cuenta de que metió la pata. Pero empezar con una decisión informada y pensada es la mejor jugada.
Así que, onceavo del Tibabita, descomplíquense, pero no se relajen demasiado. Escúchense a ustedes mismos, sean honestos con sus deseos y miedos, investiguen a fondo y elijan con responsabilidad. Este es su vuelo libre, y solo ustedes pueden decidir hacia dónde quieren dirigir sus alas. ¡A volar, parceros!
